Ciudadanizar la política y politizar a la ciudadanía
La verdad, siempre esquiva, suele golpearnos en el rostro sin que nos demos cuenta. Vivimos entre máscaras: en lo personal, lo familiar, lo laboral, lo social y lo político. Vemos los problemas, pero rara vez nos identificamos con la solución. Siempre es responsabilidad de otro, nunca nuestra. En consecuencia, si no somos parte de la solución, somos parte del problema. No existe la neutralidad, al menos no en política. Por ello, es indispensable politizar a la ciudadanía y ciudadanizar la política.

Politizar a la ciudadanía es una necesidad elemental. Los ciudadanos podemos vivir sin gobierno, pero el gobierno no puede existir sin ciudadanos. No sólo conformamos el estamento denominado “pueblo” en la conjunción de territorio-población-gobierno de cualquier Estado, sino que somos la energía transformadora de la sociedad. Sin nuestros impuestos, el gobierno no puede subsistir. Por esa razón, también es nuestra responsabilidad demandar, determinar y vigilar el uso de los recursos públicos.
Ese cometido solo es posible si, dejando de lado nuestras diferencias naturales en el ámbito público, nos sumamos a las propuestas, proyectos e iniciativas que beneficien al colectivo. La responsabilidad del ciudadano no se agota en el voto periódico: implica participar activamente en la vida comunitaria, comprometerse con la legalidad y con la verdad, tanto en el entorno familiar como en el laboral y social. Nuestra responsabilidad no se limita al espacio local donde vivimos o trabajamos; somos parte de una entidad mayor: México. Y, en consecuencia, somos responsables también de su avance o de su retroceso, de su desarrollo o de su decadencia.
Las necesidades, problemas, intereses y aspiraciones legítimas de los ciudadanos deben reflejarse en los de la comunidad, de la entidad y del país. Es una cuestión de magnitud, de agregación y de asignación de prioridades. Dado que los recursos públicos —económicos, humanos, materiales y tecnológicos— siempre son limitados, corresponde al ciudadano, y no al político, definir las prioridades. Por ello, no basta con emitir el voto: se requiere una participación constante en la toma de decisiones colectivas. Participar en la definición de objetivos y metas comunitarias, regionales o nacionales, así como establecer parámetros de control previo para quienes toman las decisiones públicas en los tres niveles de gobierno.
Los mecanismos de control ciudadano existen, pero es necesario activarlos (a través de denuncias y demandas ciudadanas). Y aquellos que no existen, debemos exigir su creación (procedimientos de responsabilidad o destitución). Nuestro voto nunca puede ser un cheque en blanco. Los políticos deben tener claro que su función es servir a la ciudadanía. Su papel carece de sentido si no implica servicio, solución de problemas y rendición de cuentas.
El control del poder público es una necesidad de supervivencia ciudadana. Si no ejercemos esa función, nos convertiremos en vasallos, cortesanos o esclavos. La ciudadanización de la política pasa por establecer controles ex ante, durante y ex post; por vigilar la funcionalidad y eficacia del poder, y por exigir y verificar rendición de cuentas claras y reales, no meramente formales, propagandísticas o publicitarias.
Asumamos nuestra función sin estridencias, sin sesgos partidistas ni ideológicos. Los colores son parciales y circunstanciales; pero la suma de las partes conforma la unidad mayor llamada México, integrada por los mexicanos de nacionalidad, cultura y corazón.
Asumamos con serenidad y convicción esa responsabilidad.
Manuel Loaiza Núñez. Miembro Fundador de Integridad Ciudadana AC, Licenciado en Derecho por la UNAM y Especialista en Contrataciones Públicas @Integridad_AC
















