Las iniciativas de la presidencia no ven, o no quieren ver. El proceso de la reforma del Poder Judicial no solo fue desaseado, sino que dejó un mal sabor de boca, con pobres resultados frente a un gasto millonario ejercido por un órgano autónomo amagado por el poder y sus vasallos.
El INE vuelve hoy a ser tema nacional. Su reestructura ya está en proceso, bajo la misma lógica y el mismo discurso democratizador utilizado como fachada para consolidar el poder. Esto obliga a preguntarse: ¿vamos directo a una democracia simulada, sin árbitros independientes, y a convertir así a Morena en un partido-Estado?
El nombramiento de Pablo Gómez y del equipo que conformará la nueva comisión para la reforma electoral no es producto de un pensamiento plural y democrático, sino de uno controlador, con una misión ideológica clara: la transformación al estilo puro de la 4T. La mayoría oficialista buscará imponer su visión de «austeridad republicana», reduciendo presupuestos y eliminando todas las posibilidades de representación proporcional de las minorías, terminando así con la visión de Jesús Reyes Heroles, quien con sus propuestas abrió la puerta a la pluralidad al dar voz y voto en el Congreso a los partidos que representaban a las minorías.
Resulta realmente incongruente que quienes hoy ostentan el poder busquen, por todos los medios, eliminar aquello que les permitió desarrollarse y competir en igualdad de condiciones para culminar su lucha con los triunfos de 2018 y 2024. Que sean personas aguerridas como Pablo Gómez quienes, ahora como funcionarios institucionales, terminen con lo que tanto costó construir, lleva a preguntarse: ¿dónde quedaron los ideales?, ¿dónde quedó la congruencia?, y, principalmente, ¿dónde quedó la moral?
Durante los últimos siete años, el discurso de la 4T ha promovido un ideario político basado en la eficiencia, la justicia para el pueblo, la austeridad y, sobre todo, el bienestar social. Sin embargo, lo único que se ha constatado es la centralización del poder, contrayendo la democracia para que todo se rija bajo una sola lógica: la del partido dominante. Ese mismo partido que está consciente de que esto puede revertirse en 2027 si no se logra la tan deseada reforma electoral, cuyo primer objetivo es eliminar las diputaciones plurinominales.
Por esa razón, no podemos permitir que el árbitro electoral sea capturado, como ya lo fue el Poder Judicial. Debe entenderse que defender al INE no es defender a un organismo autónomo y a sus integrantes; es, en realidad, preservar el derecho a votar en libertad y, sobre todo, en condiciones de equidad.
Este es el momento decisivo para que los partidos minoritarios —todos aquellos con representación en los congresos y cámaras del país— se levanten y se unan. Y no me refiero solo al PRI y al PAN. Movimiento Ciudadano también tiene una responsabilidad ineludible, al igual que esos partidos satélites que hoy sobreviven gracias a su alianza con el poder: sí, el Verde y el Partido del Trabajo. Tal vez no han comprendido aún que su lealtad ciega no les garantizará futuro. Muy pronto, si no reaccionan, verán reducida su presencia hasta desaparecer o ser absorbidos por un partido hegemónico que ya no los necesita.
Este es el momento de construir un contrapeso real, de defender un sistema democrático auténtico que recupere la confianza ciudadana y limite el poder de quienes hoy lo ejercen con despotismo, traicionando el discurso de «primero los pobres», y una supuesta austeridad franciscana que solo sirve para justificar la concentración del poder.

Javier Agustín Contreras Rosales. Colaborador de Integri025dad Ciudadana AC, Contador Público, Maestro en Administración Pública @JavierAgustinCo @Integridad_AC