Al fin diciembre y el cierre de este 2025, el cual se ha caracterizado por no presentar señales sólidas de recuperación. En días recientes, el recorte del Banco de México al pronóstico de crecimiento —que pasa de 0.6% a 0.3% del PIB— evidencia un crecimiento casi nulo. A esto se suman factores como la caída reciente en sectores clave de la industria, que muestran que la economía no está atravesando un simple tropiezo, sino un estancamiento más profundo.
Las exportaciones y las remesas hacia el consumo interno, se debilitan al mismo tiempo, mientras la inversión —motor indispensable para salir adelante— permanece congelada. No se prevé que esto mejore durante 2026, derivado de acciones como el sustancial aumento del salario mínimo, que pasa de $278.80 a $315.04 pesos diarios, un 12.99% más, sin que ello garantice una mejoría en el poder adquisitivo de los mexicanos; sí, en cambio; genera una fuerte presión para las empresas y para la economía como factor inflacionario.
Nada de esto apunta a una crisis inmediata, pero sí a una fragilidad creciente. Más si se suma al panorama económico un elemento todavía más preocupante: el deterioro institucional sistemático que mina la confianza, con decisiones judiciales y fiscales que parecen erráticas o politizadas, aunado a la transición en órganos clave, como la Fiscalía de la República. Esta será presidida por una de las candidatas de la terna que envió este martes la presidenta Sheinbaum, quienes quizá cumplen con el perfil, pero cuya afinidad con el partido en el poder genera la percepción de falta de independencia. Esto ha abierto el debate sobre la transparencia en la sucesión del exfiscal, cuestión que empresas e inversionistas interpretan como fragilidad en la certidumbre jurídica, lo que provoca que actúen con cautela, aplacen proyectos o simplemente se retiren, llevando sus inversiones a lugares más seguros.
Es importante dejar claro que, sin reglas claras, ninguna estrategia económica funciona; peor aún, se pone en peligro la creación de empleos y los empleos formales existentes.
México avanza con pasos cortos, por los tropiezos y por el auto–sabotaje, en un terreno inestable, dependiendo de factores externos y sin un rumbo interno que genere certidumbre. La recuperación que algunos anticipan para los próximos años podría darse si se crea un proyecto económico congruente, se renuevan y fortalecen las instituciones devolviéndoles la autonomía que tanto costó en décadas pasadas. Sin embargo, difícilmente será suficiente para revertir el estancamiento y la precariedad si no se atienden las raíces de los problemas, con acciones libres de paternalismo o programas sociales mal focalizados, que afectan las finanzas públicas al querer convertirlos en universales sin priorizar deciles de ingreso ni impacto real. Esta situación, lejos de generar bienestar, convierte al beneficiario en dependiente.
A todo lo anterior debe sumarse la falta de productividad generalizada, que encarece los productos e impide alcanzar el poder adquisitivo que se busca con cada aumento al salario mínimo, el cual solo engrosa la fila de quienes dependen de él.
Por lo anterior, debemos preguntarnos: ¿qué nos depara este 2026? Aparte del Mundial, la renegociación del Tratado de libre comercio entre México Estados Unidos y Canadá (T-MEC) y de los tiempos políticos previos al 2027, la respuesta dependerá del rumbo que decidamos como nación corregir o ignorar desde ahora.
Decidamos dar el paso y trabajar por México, sin divisiones, construyendo la nación que queremos.
Felices fiestas y Próspero 2026

Javier Agustín Contreras Rosales. Colaborador de Integridad Ciudadana AC, Contador Público, Especialista en Instituciones Administrativas de Finanzas Publicas, Maestro en Administración Pública @JavierAgustinCo @Integridad_AC


















