Los “segundos pisos”
“La ciudad ya no aguanta ocurrencias”
Mucho se ha debatido en relación con la movilidad urbana y el privilegio de construir ciudades diseñadas para el automóvil, donde los desplazamientos están pensados en función de un modelo «hombre-vehículo». En México, diversas ciudades han implementado políticas públicas orientadas a reducir los tiempos de traslado, pero continúan enfrentando ecosistemas urbanos caóticos que no abordan el problema de fondo: la necesidad de una movilidad integral y sostenible que aún representa una asignatura pendiente en los planes gubernamentales. Este enfoque limitado perpetúa la dependencia del automóvil privado y dificulta la construcción de sistemas de transporte más equitativos y funcionales.
Bajo esta tesitura, los “segundos pisos” se presentan como respuestas inmediatas a la urgencia de mitigar la congestión vial. Sin embargo, su aparente solución resulta efímera, pues lejos de desatar verdaderas mejoras en la movilidad, suelen desplazar el caos a otros puntos neurálgicos del sistema vial, perpetuando el mismo ciclo de embotellamiento kilómetros más adelante. Así, el problema no desaparece, sino que se traslada, manteniendo intacta la sombra del conflicto urbano.
Sabemos que estas infraestructuras suelen reforzar el uso del automóvil particular, y aunque parezca una perogrullada, impactan negativamente en la calidad de vida urbana y el fortalecimiento de agendas verdes (Objetivo de Desarrollo Sostenible-11) al promover un modelo que no se ajusta a las necesidades reales de la ciudad y sus millones de habitantes.
Huelga decir que, los espacios ubicados bajo los segundos pisos se convierten en áreas que complican la calidad de vida, debido a que se manda a confinamiento a las personas que viven cerca de la obra, además que incrementan la inseguridad y complican la prestación de servicios. Estos “espacios placebos”, lejos de ser integradores, funcionan como barreras físicas y sociales que profundizan la segregación y limitan las oportunidades de inclusión e interacción comunitaria, afectando la cohesión social y deshumanizando el entorno urbano.
Desde una perspectiva crítica sobre la producción del espacio urbano, la construcción de segundos pisos impone una función que fragmenta la vida social y reduce la diversidad. El diseño urbano bajo estas infraestructuras no fomenta la convivencia ni fortalece la cultura ciudadana; al contrario, genera zonas alienadas donde el sentido de comunidad se erosiona.
Además, la paradoja funcional de los “segundos pisos” fracasa con el cobro de peaje, que pague aquellos que puedan, total, estas obras responden más a intereses políticos y económicos a corto plazo que a una planificación urbana sostenible y participativa.
Así pues el debate empirista sostiene que, estas intervenciones no solo perpetúan un modelo de ciudad fragmentado y excluyente, sino que consolidan la incapacidad para enfrentar los verdaderos retos de la movilidad y la convivencia urbana. La discusión actual sobre la Avenida López Mateos en Guadalajara es prueba clara de ello: se discute una obra que, en el fondo, no ofrece solución real, sino que se limita a maquillar problemas estructurales, postergando una transformación verdadera.
Mientras tanto, la ciudad sigue atrapada en su propio laberinto sin salida.

Dr. Magdiel Gómez Muñiz Colaborador de Integridad Ciudadana, Profesor Investigador de la Universidad de Guadalajara @magdielgmg @Integridad_AC
