Por Paco Baca.
Mientras el país se desangra entre negligencias, fosas comunes y hospitales sin insumos, el senador Gerardo Fernández Noroña decide emprender un viaje “solidario” a Palestina, con boleto pagado por los Emiratos Árabes Unidos. No por México, no por el Senado, no por alguna misión oficial. Por “solidaridad”. Una palabra que, en su boca, suena más a coartada que a convicción.
El legislador pidió licencia hasta el 2 de noviembre, justo cuando arrecian las críticas por su súbito enriquecimiento, sus gastos ostentosos y su nueva residencia valuada en millonesEntrelíneas. En lugar de enfrentar las demandas ciudadanas, Noroña opta por el turismo ideológico, disfrazado de causa internacional. Un viaje sin justificación institucional, pero con mucho incienso diplomático.
Su defensa de Palestina, legítima en el plano humano, se convierte en proselitismo cuando se mezcla con privilegios ajenos, vuelos regalados y una narrativa que lo pinta como mártir itinerante. ¿Desde cuándo la “solidaridad” se mide en millas acumuladas y hospedajes cortesía de petromonarquías?
El camello no suda, pero el país sí.
Y mientras él pasea entre dunas diplomáticas, aquí seguimos contando muertos, esperando justicia, y viendo cómo los representantes de esta administración se envuelven en casos de corrupción como si fueran túnicas de gala. El desierto no es Palestina. El desierto es México, y Noroña lo cruza sin mirar atrás.
Que se quede allá, si quiere. Pero que no regrese con souvenirs ideológicos ni con más excusas. Porque aquí, la arena ya no cubre los escándalos. Y el pueblo, aunque sediento, ya aprendió a distinguir entre oasis y espejismos.
Editorial y cartón editorial. Paco Baca.

