Lo que ocurrió hoy en el Senado no fue solo una gresca entre Alito Moreno y Fernández Noroña. Fue el estruendo de una oposición que, con todos sus defectos, se niega a ser silenciada. En medio de empujones, gritos y manotazos, se asomó algo más profundo: el hartazgo ante una conducción legislativa que se percibe cada vez más autoritaria.
La escena, tan incómoda como reveladora, marca un punto de quiebre. Porque cuando el régimen busca imponer silencio, hasta el ruido se vuelve resistencia. Y en ese ruido, por más caótico que parezca, hay una señal: la oposición está viva, y empieza a hacerse escuchar.

Editorial y Caricatura. Paco Baca.

















