El vuelo que nunca despegó
Paco Baca.
El Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) fue presentado como la joya de la corona de la nueva infraestructura nacional. Hoy, tras la suspensión de vuelos y el regreso forzado de operaciones al AICM, queda claro que esa corona pesa más de lo que brilla. Las aerolíneas mexicanas, presionadas por la falta de conectividad, demanda y viabilidad logística, han comenzado a abandonar el AIFA como quien se retira de una fiesta que nunca tuvo música.
La decisión del gobierno de Estados Unidos de cancelar 13 rutas aéreas desde México, incluyendo vuelos desde el AIFA y el AICM, no solo golpea al turismo binacional en plena temporada alta. También desnuda una verdad incómoda: el AIFA no fue diseñado para responder a las necesidades reales del país, sino para cumplir una narrativa política. Y como toda ficción mal escrita, termina por caerse cuando se enfrenta al rigor de la realidad.
Mientras la presidenta Claudia Sheinbaum defiende el decreto que trasladó operaciones de carga al AIFA, advirtiendo que revertirlo sería “irresponsable” y causaría un “colapso” en el AICM, miles de pasajeros enfrentan cancelaciones, reprogramaciones y una logística que parece diseñada para confundir más que para conectar. El aeropuerto que debía descongestionar la capital se ha convertido en un símbolo de desconexión.
Pero el problema no es solo el AIFA. Es el modelo de megainfraestructura sin planeación, sin estudios de impacto, sin diálogo con los sectores que realmente operan el país. Tren Maya, Dos Bocas, el Corredor Interoceánico… obras que avanzan a paso de tortuga mientras el presupuesto se evapora como combustible en pista caliente. ¿Cuánto cuesta mantener un aeropuerto inoperante? ¿Cuánto cuesta sostener la ilusión de que todo va bien mientras la seguridad, la salud y la infraestructura básica se desmoronan?
Los empresarios lo saben. Los ciudadanos lo intuyen. Y los usuarios lo viven. El regreso al AICM no es una solución: es un síntoma. Un síntoma de que el país necesita más puentes que monumentos, más hospitales que hangares, más rutas de futuro que pistas de propaganda.
México no necesita aeropuertos vacíos. Necesita instituciones llenas de sentido. Y eso no se construye con concreto, sino con visión.
Editorial y cartón editorial. Paco Baca.













