En México, hasta la muerte se juega la suerte
Paco Baca
En este país, la muerte no es el final: es una ruleta. Y en la ruleta mexicana, la suerte no se lanza con dados, sino con balas, pactos y silencios. La inseguridad no es un síntoma: es el sistema. Y la impunidad, su combustible.
A un año de gobierno, la presidenta sigue sin romper el guion heredado. Ni el secretario de Defensa, Treviño, ni el de Seguridad, Harfuch, han logrado articular una estrategia coherente. La narrativa oficial se limita a administrar el caos, no a enfrentarlo. Mientras tanto, los asesinatos de alcaldes, candidatos y periodistas se acumulan como cifras en un Excel que nadie quiere abrir.
El huachicol fiscal —esa red de evasión, factureras y lavado institucionalizado— no fue desmantelado: fue reconfigurado. El sexenio pasado vendió la idea de una “limpia” de ductos clandestinos, pero lo que realmente ocurrió fue una transferencia de control. Hoy, los mismos grupos operan con nuevos uniformes, y los ductos siguen fluyendo… solo que ahora con sello oficial.
La política de “abrazos, no balazos” instaurada por AMLO en 2018 no fue una estrategia de paz, sino una renuncia al Estado. Se confundió la no confrontación con la complicidad. Y esa complicidad se institucionalizó. Hoy, los focos rojos no solo parpadean en los mapas de seguridad: arden en las oficinas públicas, en las fiscalías omisas, en las campañas financiadas con dinero sucio.
Lo más alarmante no es la continuidad del desastre, sino la negación de su origen. La presidenta no ha hecho un solo esfuerzo por deslindarse de los errores de su antecesor. Prefiere culpar a gobiernos de hace veinte años, como si el tiempo fuera un escudo y no un espejo. Como si la historia no tuviera memoria.
En México, la muerte no es solo una tragedia: es una estadística manipulada, una narrativa controlada, una suerte echada. Y mientras no se rompa el pacto de impunidad entre el poder y el crimen, seguiremos jugando a la ruleta rusa con los ojos vendados.
Porque aquí, hasta la muerte se juega la vida

Editorial y cartón editorial. Paco Baca.











